Desde el año 1.957 la Humanidad no ha dejado de lanzar satélites al espacio. Lanza enormes masas de metales, líquidos y gases de cientos de toneladas de peso a altísimas velocidades para lograr siempre el mismo objetivo: dejar la preciada carga en órbita alrededor de la Tierra.
Estos lanzamientos ocurren desde diversas partes del mundo y en casi todas estas Bases de Lanzamiento los despegues y la trayectoria de los cohetes se dirigen al mar. Si algo va mal y explota el cohete lleno de combustibles, sus restos quedan esparcidos por el mar que todo lo traga y disimula. Si el lanzamiento va bien, las etapas que agotan todo su combustible y que ya no son nada más que peso muerto, caen atraidas por nuestro planeta hasta impactar en el agua.
Pero esto no es así en todas partes. Los Centros de Lanzamiento de China y de Rusia están situados en regiones del interior de sus paises por lo que los cohetes deben sobrevolar mucho terreno antes de 'desaparecer' en el espacio. En China hasta hace poco, el ritmo de lanzamientos era muy bajo por lo que no eran demasiados los restos de cohetes que caían en los campos sembrados o en las montañas. Las posiblidades de que ocasionaran daños en los campos, las viviendas o las propias personas eran pocas y si lo hacían a nadie le importaba mucho. Sólo hace unos años tuvimos algunas noticias sobre un terrible accidente que acabó con la vida de decenas (¿cientos?) de personas debido a un cohete que se desvió en el despegue y que impactó en un pequeño pueblo arrasándolo por completo.
Pero esta historia está centrada en Kazajistán, una más de las repúblicas separadas de la antigua Unión Soviética en 1.991. Es un país enorme (entre los 10 más grandes del mundo), pero su superficie es prácticamente un desierto por lo que apenas tiene una población de 15 millones de habitantes. Esto llevó a los responsables del programa espacial sovietico a establecer en este lugar el famoso Complejo de Baikonour, el lugar desde donde se lanzó el primer satélite y el primer ser humano al espacio. Desde hace 50 años se han lanzado miles de cohetes y aunque los alrededores en cientos de kilómetros están deshabitados casi por completo, algunos restos cohetes han llegado a caer sobre campos cultivados y zonas cercanas a casas. La lejanía a cualquier otro lugar del mundo y el hermetismo soviético han impedido siempre saber la cantidad real de accidentes o de daños producidos.
Desde la independencia de este país, las autoridades kazajas reciben grandes cantidades de dinero por permitir a Rusia mantener la base de lanzamiento en su territorio y tienen firmados contratos para que cada accidente en un despegue vaya acompañado de una indemnización económica. Es el caso del último accidente hace un año en el que las autorizades de Kazajistán solicitaron 40 millones de dólares de indemnización, finalmente tuvieron que conformarse con 1 millón. La economía rusa aún no está para bromas.
Lanzamiento de un cohete Soyuz
Pero para quienes las cosas han cambiado mucho en los últimos 15 años para bien y para mal es para los habitantes de la franja de terreno que sobrevuelan los cohetes rusos desde Baikonour al espacio. La decadencia económica, el cierre de fábricas y la falta de cosechas ha llevado a toda la población a la pobreza y los hambrientos ciudadanos de ese país tienen que agudizar el ingenio, a veces sin importarles mucho su salud y sus propias vidas. Es lo que tiene estar desesperado.
Cuando un cohete es lanzado, los motores de combustible sólido son los primeros en separarse y caen unos cientos de kilómetros al norte de Baikonour. Al llegar al suelo impactan y se abren y expulsan al exterior los pequeños aunque peligrosos restos de combustible, contaminando el terreno circundante. Antes el ejército ruso se encargaba de recoger los restos y descontaminar la zona, pero hoy día no hay dinero para esa tarea. Poco más tarde las etapas principales del cohete también agotan su combustible y se precipitan en los campos y desiertos del país. En este caso las masas caidas del cielo son más grandes y aun son importantes los restos de oxígeno e hidrógeno que permanecen en los depósitos y que explotan en el suelo quemando las pocas hierbas que hay en las estepas.
Los días en los que son lanzados los cohetes son días casi festivos para los habitantes de la región. Tras disfrutar del espectáculo de ver pasar el rastro del cohete por el cielo, los niños y mayores de la zona montan en sus herrumbrosas camionetas dispuestos a echar una carrera a sus vecinos para ser los primeros en llegar al sitio donde ha caido este 'maná' del cielo.
Un niño busca en el cielo el rastro del cohete
Sin importarles que aun queden partes sin explotar, estos modernos buscadores de chatarra se ponen manos a la obra para cargar con las piezas más pequeñas que son rápidamente introducidas en la furgoneta y más tarde con herramientas más contundentes comienza el desguace total de lo que queda del cohete. Oxígeno e hidrógeno gaseosos, hidracinas, baterías, gases, componentes eléctricos... cualquier cosa puede causarles la muerte pero dado el valor del material que tienen delante no dudan un instante en 'devorarlo'.
El cohete aún arde tras impactar en el suelo
La mayoría del cohete está formado por piezas de aluminio, acero y cables, pero también hay fragmentos del codiciado titanio. Unas cuantas piezas de este caro material pueden dar de comer a la familia unos meses y eso no se puede desaprovechar.
Mientras se cargan las furgonetas los niños juegan en los alrededores del cohete, se meten dentro de ellos e incluso participan en el 'destripamiento'. Los restos de los cohetes que sirven para lanzar los satélites que usamos los afortunados del mundo rico, sirven para dar de comer y para acabar con las vidas de los desafortunados de los paises pobres. La misma historia de siempre, pero en el siglo XXI.
Algunas vacas han muerto al comer pasto envenenado por el combustible de los cohetes
Las furgonetas vistas a través de los restos del cohete
Listos para empezar el desguace
Cae la noche pero hay que seguir
La Luna contempla los restos
El pasto ha ardido alrededor del cohete
Esta vez ha caido cerca...
El campesino muestra orgulloso una plancha de metal
Utensilios hechos con los restos
Mi foto favorita. Sin comentarios.
· Artículo realizado por Pedro León con información sacada varias web entre las que destaca Eurasianet.org con fotografías obtenidas por Jonas Bendiksen.
Aparte de opinar lo mismo que los demás, que el artículo es muy bueno, ha sido un acierto por tu parte, Pedro, ya que rara vez oimos hablar de estos "efectos colaterales" que tiene la tecnología moderna.
Gracias a todos, pero es algo que está ahí. El lanzamiento de cohetes hoy dia es imprescindible (que voy a decir yo, mientras las sondas no se lancen con catapulta), pero hay que controlar mejor las zonas de posibles caidas. Tiene dificil arreglo pero algo habría que hacer.